Derivas Urbanas

Derivas Urbanas
“Caminar no nos lleva en principio a ninguna parte luego nos permite llegar a cualquier lugar.”

15 ene 2023

¡El arte no se puede enseñar!


Algunas citas sobre los proyectos de prácticas del espacio:

"Al principio creía que un maestro debe tener la razón en todo.
Después, imaginé que mi maestro se equivocaba en muchas cosas.
A continuación, me di cuenta de lo que era correcto y de lo que era equivocado.
Lo equivocado era permanecer en cualquiera de las dos primeras fases.
Lo correcto era hacer comprender esto a todo el mundo." 
Sabiduría sufí

Veo y olvido
Escribo y recuerdo
Hago y entiendo
Proverbio chino

Trabajo para saber, valoro más el conocer que el conocimiento. 
Creo que debo aventurarme en hacer lo que no sé hacer. 
Buscar, visualizar donde no veo, anhelar, reconocer lo que no puedo discernir.  
Louis I. Kahn

Si os parece pensamos sobre esto en clase, que obviamente no está en el aula de la universidad, sino en las calles, en los hospitales, en la "Línea Circular", en la ciudad, en las periferias, en el paisaje,...
la mejor de las Aulas posibles.


Daisuke Yokota Back Yard

NOTAS SOBRE EL DIARIO ÍNTIMO

Traigo aquí estos textos de José Luis García Martín, Peter Handke, José Jiménez Lozano y Andrés Trapiello, que me parece abordan bastante bien algunas cuestiones sobre los problemas que subyacen a la creación de un diario.



Robert Franck - Halifax infirmary 1978

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN

En un diario íntimo, contra lo que pudiera parecer, conviene que el narrador hable poco de sí mismo: mejor dejar que le vayamos conociendo indirectamente, a través de lo que nos cuenta de los otros.


Lo que Ortega aconsejaba al novelista (que no opinara demasiado sobre los personajes, que dejara al lector formarse su propia opinión), vale también para el autor de diarios... limitarse a dar los detalles exactos para que el lector lo deduzca de nuestro relato.

Para ser un buen autor de diarios lo primero que hay que aprender es a callar. La misión del diarista no es contarlo todo (cosa, además de imposible, sumamente aburrida).

Un diario se escribe siempre en dos tiempos: en el día a día de las anotaciones y en el momento en que se prepara para la publicación. Cuando un diario, debido a su carácter póstumo, es editado por una persona distinta del autor, deja de ser exclusivamente suyo, se convierte en una obra en colaboración. Seleccionar, cortar, ordenar es también crear. Incluso la censura —o autocensura— puede ser una eficaz forma de creación: la versión de 1974 del diario de Jaime Gil de Biedma (tan llenas de hábiles cortes para que no se notara el carácter homosexual de sus abundantes referencias eróticas) resulta muy superior, desde el punto de vista estético, a la más explícita edición póstuma.

Retocar un diario no es atentar contra su verdad: la versión definitiva de una obra literaria no es menos verdadera que sus borradores. Pero no todas las correcciones son igualmente válidas: hay que corregir la anotación del día volviendo a situarse en el punto de vista de ese día concreto. Cuando el diarista maquilla el pasado desde su conocimiento del futuro (atenúa, por ejemplo, los elogios a un escritor antes amigo y ahora enemigo), nos da unas memorias disfrazadas de diario: comete una pequeña estafa intelectual que casi siempre va acompañada de un error estético.

Fechar los textos no cumple la misma función en un diario que en un libro de poemas; en el segundo caso, salvo raras excepciones, se trata de un dato prescindible, al margen del texto, una curiosidad para eruditos. En los diarios la fecha de cada anotación forma parte de su sentido. Un diario sin fechas suele acabar convirtiéndose en algo distinto de un diario: un conjunto de reflexiones sobre asuntos muy diversos (es el caso de Cargar la suerte, de Martínez Sarrión), o la evocación de un pasado más o menos distante a partir de notas tomadas entonces (no otra cosa es el tan citado y admirado Cuaderno gris de Josep Pla).

Al pasar por delante de un supermercado leo en el escaparate: Todo al día. Me parece que al frente de cualquier diario que verdaderamente lo sea debería figurar el mismo lema: todas las afirmaciones son válidas para el día de la fecha, pero pueden no serlo para el día siguiente o para el momento en que se publican.

En un diario caben todas las contradicciones de la vida cotidiana: hay días en que no aguantamos a quien más queremos, hay amores eternos que no recordamos a la mañana siguiente.

Aunque el diario aparenta ser el género literario más libre (y quizá lo sea), no quiere ello decir que no tenga sus propias exigencias. Un diarista sólo puede fantasear si sus fantasías aparecen señaladas como tales.

El diarista no es un fingidor, pero puede ser un mentiroso, al contrario que el poeta o el novelista.

Conviene al diarista no confundir verdad con espontaneidad: lo primero que a uno se le ocurre, casi siempre es una tontería; ser capaces de escribir la verdad con verdad requiere un aprendizaje que a veces lleva toda la vida.

Para llevar la verdad al diario hacen falta muchos borradores. Y bastante talento.

Los errores son involuntarios, y por ello disculpables; las mentiras, no. Un diarista mentiroso es como un fabricante de moneda falsa.
Interesar con una vida repleta de aventuras, amores, lances extraños está al alcance de cualquiera, pero hace falta mucho arte para convertir la cotidianidad intranscendente en arte.

Sólo hay un error estético todavía más imperdonable en un diarista que la inexactitud: la plúmbea minuciosidad.


Un buen diario admite todos los ingredientes salvo uno: el aburrimiento (lo que más abunda precisamente en ciertos diarios que sólo tienen un valor fetichista o documental)

José Luis García Martín
Todo al día. Diario (1996-1997). Con unas «Notas sobre el diario íntimo». Editorial: Llibros del Pexe, 1997, Gijón.




«EL PESO DEL MUNDO -DIARIO», DE PETER HANDKE

Tanto el diario que está escrito para ser publicado como el diario ficcional, las dos derivaciones estéticas del auténtico diario, siguen teniendo vigencia en la Literatura más reciente y cumplen ahí importantes funciones que no son capaces de llevar a cabo otros tipos de texto. Uno de los últimos ejemplos, El peso del mundo -Diario (noviembre de 1975 -marzo de 1977), de Peter Handke, muestra qué papel es capaz de jugar el diario cuando se convierte en un instrumento de la Literatura.

“Estas anotaciones no fueron planeadas inicialmente como aparecen aquí. Comencé a escribirlas con la intención de darles un marco narrativo. En consecuencia, mi cerebro tradujo las percepciones cotidianas al código en el que iban a ser expresadas; es más, las percepciones mismas, aun las que surgían más casualmente, ya estaban orientadas a ese eventual objetivo. Las impresiones y vivencias que no podían adecuarse al modo de referencia común, es decir, a la forma literaria elegida de antemano, fueron dejadas de lado: podían ser olvidadas. Precisamente en el estado de concentrada atención que había alcanzado para estas anotaciones, me resultó llamativo ese olvido cotidiano. Muy pronto me pareció un desperdicio y comencé a conservar en la memoria también aquellos fenómenos de la conciencia que no servían al proyecto. De esta manera, poco a poco, el plan se destruyó y sólo quedó la anotación espontánea de percepciones libres de objetivo alguno. Cuanto más tiempo e intensidad aplicaba a continuar esta actividad, tanto más fuerte se volvía la experiencia de liberación respecto de formas literarias establecidas y, al mismo tiempo, de libertad en un terreno de la escritura que me era desconocido. Me ejercité para reaccionar súbitamente por medio del lenguaje ante todo lo que se topaba conmigo y me di cuenta de cómo, durante la vivencia, también la lengua cobraba vida en esa inmediatez y se volvía transmisible. Este libro podría ser, en consecuencia, una crónica. No es una narración consciente sino una crónica inmediata de las percepciones, fijada simultáneamente. La crónica de una conciencia individual, publicada en forma de libro.” Peter Handke



JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
 

Narrador, ensayista y poeta comenta que los libros suyos que se publican bajo el epígrafe -diarios- son: "antologías de notas", "selecciones" en las que habla de "los libros" que le han "gustado", de "paisajes" o de "cosas" que le ha "contado alguien", siempre con "una intención"... escribe, para "hacer reflexionar" y para que "alguien piense". 
"Es difícil separar la palabra del pensamiento"

ANDRÉS TRAPIELLO

24 may 2022

Exposición Displace Menorca galería Encant Mahón

La galería Encant de Mahón presenta la exposición DISPLACE MENORCA. Geometric Abstraction, una selección de obras de once artistas de varias generaciones cuyo nexo es la abstracción geométrica.  El punto fuerte de esta propuesta expositiva es la apuesta por reunir a creadores de diferentes generaciones y mostrar la relevancia y actualidad que tiene la abstracción geométrica en el arte contemporáneo. Los once creadores seleccionados: Waldo Balart, Eduardo Barco, Carlos Cartaxo, Emilio Gañán, Julián Gil, Piers Jackson, Gerda Kruimer, César Paternosto, Anto Rabzas, Alfonso Sicilia, Jorge Varas.
DISPLACE MENORCA: Geometric Abstraction (Abstracción Geométrica / Geometric Abstraction) por Amazon Más información: https://www.amazon.es/dp/B09ZZRDQQ6/ref=cm_sw_em_r_mt_dp_E54JPRAF8806VN7X5YK9?_encoding=UTF8&psc=1

10 sept 2021

Curso "Huntress of Art"



Me dirijo a vosotros para transmitiros la información relativa al curso "Huntress of Art" los alumnos de 4º de Grado en Bellas Artes y MIAC tienen acceso de manera gratuita. Os adjunto toda la información (descripción, programa en pdf y cartel informativo)  Por favor, tened en cuenta que los alumnos que estéis interesados debéis inscribiros siguiendo las instrucciones que se explican más abajo antes del 16 de septiembre inclusive:


CONVOCATORIA: Beca para alumnos de la Facultad de Bellas Artes para asistir gratuitamente al curso "Huntress of Art" ofrecido por profesionales de reconocido prestigio en el ámbito de la gestión, producción y comisariado de arte contemporáneo.

DESTINATARIOS: Alumnos de 4º de Grado en Bellas Artes y alumnos del Máster en Investigación en Arte y Creación, MIAC

DESCRIPCIÓN: Gracias al convenio establecido entre la Facultad de Bellas Artes y la Fundación Pons, los alumnos descritos tendrán acceso gratuito al curso de formación online "Huntress of Art" destinado a ofrecer herramientas a los artistas emergentes para conocer el funcionamiento del mercado del arte y aprender a poner en valor su trabajo.
El programa intensivo aborda dinámicas del mercado del arte y los tecnicismos a la hora de ejecutar el negocio del artista, incluidos los aspectos legales, financieros y operativos, así como cuestiones clave en el crecimiento de una empresa. Guiado por expertos en cada tema, los participantes tienen la oportunidad de construir relaciones y redes valiosas en el mundo del arte.

FECHAS: 20 y 27 de septiembre, 4, 11 y 18 de octubre en horario de 16 a 20 h. (el curso podrá seguirse también de manera asíncrona en caso de coincidencia con horario de clase)

PROGRAMA

1 Los agentes del mercado del arte
Dar una visión global de los distintos agentes del arte y su relación con los artistas

INTRODUCCIÓN AL MERCADO DEL ARTE ACTUAL
Sara Zaldívar. Founder & Art Advisor Huntress of Art (Directora del curso)

LA VISIÓN DEL GALERÍSTA
Experto: José Robles. Socio Galería Ponce+Robles

EL CRÍTICO DE ARTE
Experto: Fernando Castro. Filósofo, esteta y crítico de arte español

INSTITUCIONES PRIVADAS
Experto: César Jiménez. Coleccionista y mecenas Casa de Indias

EL ARTISTA DE ÉXITO INTERNACIONAL
Experto: Daniel Canogar

LA IMPORTANCIA DE LAS FERIAS
Experto: Sergio Sancho. Director de Urvanity

TEMÁTICAS EN BOGA: NFT´S
Experto: Pablo Rodríguez Fraile. Coleccionista NFT

NFT ANÁLISIS TÉCNICO
Oscar Hormigos. Director General Onkaos

EL FUNCIONAMIENTO DE LAS CASAS DE SUBASTAS
Experto: Maura Marvao. Phillips International Specialist, Consultant, 20th Century and Contemporary Art

EL COMISARIO Y EL ARTISTA
Experto: David Barro. Comisario

2 Arte, tecnología y estrategias digitales
Dan Chalmeta. Partner Manager, Entertainment Facebook

3 Finanzas y Legal
Experto: Paz Perez-Bilbao. Consejero Patrimonial AXA Exclusiv

INSCRIPCIÓN: Enviar un correo a VDART@UCM.ES indicando en asunto Huntress of Art antes del 16 de septiembre inclusive, y adjuntando la siguiente información:

- Nombre y apellidos
- DNI, NIE o pasaporte
- Datos de contacto (correo UCM y teléfono)
- Curso y titulación en la que se está matriculado en el curso 2021-22
- Documento que acredite la matrícula en el curso 2021-22

Los alumnos inscritos recibirán un certificado que acredite haber cursado esta formación, para lo que deben asistir de manera síncrona o asíncrona a un mínimo del 80% de las clases.

9 mar 2021

Joanie Lemercier. Paisajes de luz

Visita de Proyectos a la exposición de Joanie Lemercier:  Paisajes de luz en la Fundación Telefónica

23 feb 2021

Visita al estudio del artista Javier Viver

El martes 23 de febrero fuimos los alumnos de proyectos al estudio del artista Javier Viver.

El objetivo de la visita era establecer un diálogo con Javier sobre su obra y sus procesos de trabajo. 

Nos interesó mucho la consecución de la forma y los conceptos que hay detrás de cada proyecto en el que se embarca  y le damos las gracias por su generosidad al compartir su tiempo de trabajo con nosotros y abrirnos su taller.

Muchas gracias Javier en nombre de todos los alumnos del curso de Proyectos.



  

Aurelia Immortal, Museo Universidad de Navarra, 2017

25 ene 2021

Exposición Todo en Común, Espacio Mados

 




Participo en la exposición colectiva "Todo en común" comisariada por Queca Levenfeld en MADOS espacio. 
He llevado piezas  de 4 series, el video pertenece a la serie "Medidor de nubes" 
Dejo aquí algunas reflexiones surgidas de comentarios hechos de viva voz a las piezas. 


Una obra de creación es por encima de todo anónima no deja otra huella que la de la obra misma, no necesita cartelas, ni explicaciones, solo necesita un poco de atención, es decir un poco un abrirse ante ella, dejar que te roce su misterio, escuchar sus ecos y reconocerte en ellos.

Un creador es un eterno buscador, anhela dar concreción a la realidad interior -el mundo de los conceptos y de las sensaciones- pero la creación surge de la realidad no puede ser ajena a ella, necesita de la búsqueda, del hallazgo, de la epifanía, como paso necesario para la siguiente búsqueda. 

Se ha de ser consciente de la mediación que supone el lenguaje. Todo dibujo es una acción y un concepto a la vez, que necesita de un espacio un tiempo de latencia para autocorregirse a sí mismo.
La forma no es transparente en su acto de creación va transformando la realidad a la vez que crea otra.  “tan de verdad / que parecía mentira.” 

Trabajo en series sucesivas, estas series se construyen indefinidamente, como la columna infinita de Brancusi, cada elemento es uno y todos en un desarrollo sin fin, o como decía mi admirado poeta Pedro Salinas: “Forjé un eslabón un día, / otro día forjé otro / y otro. / De pronto se me juntaron / —era la cadena— todos.” 

Mi proceso de creación es sobre todo un tiempo de escucha, de espera, de atención difusa. El paisaje y lo real han de rumiarse lentamente. El momento creador sin embargo, es muy breve, como un fulgor. Después, paso a ser el primer espectador de la obra y su primer crítico. Si no me sorprende, si no hay algo que no comprenda, la desecho.

No hay artistas importantes, solo hay obras que destellan, que emiten vibraciones que traspasan las fronteras del tiempo y del espacio en las que fueron concebidas. Un Apolo de Praxíteles, una cantata de Bach, una acuarela de Turner, un poema de Basho, o una capilla de Zumthor, tienen el nombre de sus autores aquí, para entendernos, pero cuando te sitúas frente, en, dentro de ellas, ya solo son espacios de inteligencia, de armonía y ordenes que vibran eternamente en el tiempo y en el espacio solo para ti.

El blanco es el color más temible por su connotación de vacío, sin embargo, asociado a la luz, es plenitud y pura energía, el más generoso de los colores al reflejar todo el espectro de radiación visible. Paga su generosidad con la mácula, con la mancha, con la sombra de la materia siempre acechante que tiende a la entropía. Admiro el papel virgen, pero tengo que mancharlo con algún signo, una marca, un pliegue, un rastro que me guíe. En el fondo solo un arañazo en esta efímera existencia.







9 nov 2020

Autoconstrucción del artista. Juhani Pallasmaa

El arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa  sostiene que todo artista necesita de un tiempo largo de autoconstrucción, para eventualmente en el futuro poder crear algo por sí mismo. 
Me construí yo mismo, desde muy joven y puedes lograrlo absorbiendo las obras de otros y rodeándote de amigos artistas, escritores, poetas, artesanos, así es como te construyes.
Los libros son una magnífica fuente de sabiduría y un ejercicio fantástico para la imaginación: “Cuando leemos un buen libro, construimos cada uno de los personajes, cada habitación, cada espacio, cada casa, ciudades enteras que construimos en nuestra imaginación". Anima a sus alumnos de la escuela de arquitectura a no leer libros de arquitectura, sino buena literatura, poesía y libros de arte. 
El milagro del arte, es que transmite la presencia del creador, ya sea un artista actual o uno que vivió hace 25.000 mil de años y pintó un bisonte en una cueva: Su grandeza se mide por la atemporalidad.




3 sept 2020

El peso del humo



una sustancia que no se puede tocar


Smoke, aborda la realidad con sencillez y muestra a unos tipos urbanos tal como son, en una representación que busca la verosimilitud  a través de las acciones y diálogos, sin cursilerías, historias de todos los días, con temas como la identidad, la incomunicación, la responsabilidad, la solidaridad, etc.  habitando en un escenario de barrio popular, Brooklyn en la ciudad de New York.

Es importante la necesidad de comunicación de los personajes, la importancia de los tiempos muertos, de las pausas para dialogar con los otros, de los rituales y la repetición (15 años fotografiando todos los días a las ocho de la mañana la misma esquina) “Todas son iguales pero cada una es distinta de las otras”.Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, plantándose en una minúscula esquina del mundo... pero antes de eso Auggie tiene que darle unas indicaciones a Paul: “Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada”; es como escuchar o simplemente
oír, hay que tomarse una pausa como hacen los personajes para dialogar y poder ponerte en la piel del otro.
Del guión de la película:
Auggie (el estanquero): Este es un archivo de mi pequeño lugar (tendiéndole un álbum con todas las fotos).
Paul (el novelista): (pasando páginas del álbum) Es sobrecogedor.
A: No lo entenderás si no vas más despacio, amigo mío.
P: ¿A qué te refieres?
A: Vas muy deprisa. Ni siquiera miras las fotos.
P: Pero si son todas iguales.
A: Son todas iguales, pero cada una es diferente a la otra. Tienes días despejados y días oscuros. Tienes luz de verano y luz de otoño. Tienes días entresemana y fines de semana. Tienes a gente con abrigos y con chaquetas y tienes a gente en camiseta y shorts. Algunas veces la misma gente, otras diferente. Y a veces la gente diferente se vuelven los mismos, y los mismos desaparecen. La tierra gira en torno al sol, y cada día la luz del sol cae sobre la tierra en un ángulo diferente.
P: ¿Más despacio, eh?
A: Es lo que recomiendo.

Muy interesante el final del guión: el planteamiento de la mentira no como deshonestidad sino como representación. 

 Paul Auster dice: "Smoke evoca una sustancia que no se puede tocar. Es una metáfora con la que se intenta transmitir lo que pasa y ocurre entre la gente"


El cuento de navidad de Auggie Wren
Paul Auster

Le oí este cuento a Auggie Wren.
Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre.
Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años.
Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo.
Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren.
Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.

Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío.
Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros.
Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida.
A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista.
Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada.
A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso.
Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías.
Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo.
Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente.
En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos.
Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla.
Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista.
El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías.
Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.

 Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar.
Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca.
Todas las fotografías eran iguales.
Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes.
No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación.
Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:
- Vas demasiado deprisa.
Nunca lo entenderás si no vas más despacio.
Tenía razón, por supuesto.
Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada.
Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente.
Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones.
Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos).
Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.
Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos.
Cogí otro álbum.
Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio.
Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí.
Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto.
Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.
- Mañana y mañana y mañana - murmuró entre dientes -, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.
Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Eso fue hace más de dos mil fotografías.
Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos.
Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.

A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad.
Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría.
En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico.
¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté.
¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?

Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad.
Las propias palabras "cuento de Navidad" tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza.
Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así.
Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental?
Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja.
Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.

No conseguía nada.
El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza.
Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre.
Me preguntó cómo estaba.
Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.

- ¿Un cuento de Navidad? - dijo él cuando yo hube terminado.
¿Sólo es eso?
Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca.
Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.

Fuimos a Jack's, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes.
Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.

- Fue en el verano del setenta y dos - dijo.
Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda.
Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético.
Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable.
Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi.
Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar.
Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic.
Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié.
Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.

Resultó que era su cartera.
No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías.
Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara.
Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena.
No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él.
Robert Goodwin. Así se llamaba.
Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela.
En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara.
No tuve valor.
Me figuré que probablemente era drogadicto.
Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?

Así que me quedé con la cartera.
De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto.
Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer.
Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes.
Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina.
Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.

La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas.
Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio.
Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio.
Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre.
No pasa nada.
Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme.
Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies.
Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.

- ¿Eres tú, Robert? - dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.

Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.

- Sabía que vendrías, Robert - dice -.
Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.

Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.

Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes?
Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.

- Está bien, abuela Ethel - dij e-.
He vuelto para verte el día de Navidad.

No me preguntes por qué lo hice.
No tengo ni idea.
Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé.
Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.

No llegué a decirle que era su nieto.
No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía.
Sin embargo, no estaba intentando engañarla.
Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas.
Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert.
Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto.
Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.

Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos.
Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa?
Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía.
Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.

- Eso es estupendo, Robert - decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo.
Siempre supe que las cosas te saldrían bien.

Al cabo de un rato, empecé a tener hambre.
No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas.
Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas.
Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente.
Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas.
Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo.
Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro.
Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.

Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras.
De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad.
Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente.
Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí.
Así de sencillo.
Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.

No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca.
Demasiado Chianti, supongo.
Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé.
No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme.
Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui.
Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento.
Y ése es el final de la historia.

- ¿Volviste alguna vez? - le pregunté.

- Una sola - contestó.
Unos tres o cuatro meses después.
Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún.
Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí.
No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.

- Probablemente había muerto.

- Sí, probablemente.

- Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.

- Supongo que sí.
Nunca se me había ocurrido pensarlo.

- Fue una buena obra, Auggie.
Hiciste algo muy bonito por ella.

- Le mentí y luego le robé.
No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.

- La hiciste feliz.
Y además la cámara era robada.
No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.

- Todo por el arte, ¿eh, Paul?

- Yo no diría eso.
Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.

- Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?

- Sí - dije -.
Supongo que sí.

Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara.
Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia.
Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría.
Me había embaucado, y eso era lo único que importaba.
Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.

- Eres un as, Auggie - dije -.
Gracias por ayudarme.

- Siempre que quieras - contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos.
Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?

- Supongo que estoy en deuda contigo.

- No, no.
Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.

- Excepto el almuerzo.

- Eso es.
Excepto el almuerzo.

Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.

             
Smoke & Blue in the face
Auster, Paul, Anagrama